domingo, 18 de octubre de 2009

¡Blaya, uuuuuuuuh!

LA FELIZ GOBERNACIÓN por Angel Montiel.

Si el alcalde no devuelve el importe de las multas y pide personalmente perdón a las dos señoras extorsionadas y públicamente a todos los ciudadanos no tiene otra alternativa que dimitir. Imponer un estado policial para reprimir la libertad de expresión no es de recibo con la Contitución en la mano.

La policia local de Mazarrón ha impuesto a dos vecinas de la localidad una multa de doscientos euros a cada una por abuchear al alcalde durante la celebración de un acto público.
Esto no es un chiste. Es una noticia (vease LA OPINION de ayer). Y no es una noticia menor, una anécdota sin más, ese tipo de cosas que resultan ser flor de un día. Es, a los ojos de cualquier ciudadano con una mínima formación democrática, un caso de caciquismo brutal, de intento de amedrentamiento de la población, de autoritarismo anticonstitucional y, en otro orden de cosas, de narcisismo infantil por parte de la primera autoridad local, por lo que requeriría un rápido asesoramiento psicológico.
Es tan obvio todo, que da pereza y grima tener que recordarlo. Parece que todavía, varias décadas después de que Franco descanse en su tumba, es preciso instruir a ciertas autoridadespolíticas acerca de que tan legítima es una expresión popular de abucheo como de aplauso. Si correcto es aplaudir ¿por qué es incorrecto abuchear? No hace muchos días, el presidente Zapatero sufrió durante la celebración de un acto institucional, una intensa bronca por parte del público asistente con gritos que le exigían la dimisión. ¿Envió el ministerio del Interior a los Cuerpos de Seguridad del Estado para disolver a la masa? ¿Buscó la Policía a unos cuantos cabecillas, que sin duda los habría, para meterles una multa? Evidentemente, no. Los ciudadanos, en una democracia, ante un presidente socialista como ante un alcalde popular, pueden expresarse como mejor les plazca, pues es un derecho derivado del fundamental de la libertad. Y todo lo que cabe como respuesta es, en todo caso, una interpretación política sobre los motivos del aplauso o la protesta, que seguro es diferente según el prisma o los intereses de quienes las hagan.
La multa a estas dos ciudadanas no es sólo un abuso de autoridad que conlleva la imposición de un estado de cosas policial, aunque esto ya sólo sería motivo para pedir la dimisión del alcalde que lo permite u ordena. Es, sobre todo, el intento de hacer callar a los disidentes, de meter el miedo en el cuerpo a los ciudadanos para que ni en público ni en privado tengan la osadía de decir que el rey va desnudo si es que así lo perciben. No es un caso aislado; es un caso con el que se pretende ejemplarizar.
Es obvio que en las políticas municipales, en la sque abundan los casos de corrupción, hay circunstancias que prodían generar uan escandalera mayor que la que comento. Pero todo confluye, al final, en lo mismo: el método de callar las bocas. En unos casos, ofreciendo migajas del gran pastel que se comen unos pocos; en otros, cuando la crisis o la falta de recursos imposibilita el reparto, utilizando a la Policía.
Los ciudadanos de Mazarrón ya han recibido el aviso: al señor alcalde sólo se le puede aplaudir; si alguien osa abuchearlo tendrá que pagar dosciento euros para tratar de corregir el déficit municipal, al que en parte contribuye la extraordinaria generosidad con que quienes gobiernan han dotado sus nóminas. Recordemos que el alcalde de Mazarrón se ha puesto un sueldo que ni el de Nueva York. (Por cierto, qué mala suerte tienen los vecinos de Mazarrón con sus alcaldes; no recuerdo ni uno bueno).
En fin, que a riesgo de que el excelentísimo señor Fancisco Blaya me envíe a la Policía, tengo el gusto de enviarlecdesde estas páginas un sonoro abucheo: !Blaya, uuuuuuh¡.... Y lo hago acompañar de una petición elemental: si no devuelve el importe de las multas y pide personalmente perdón a las dos señoras extorsionadas y públicamente a todos los ciudadanos, no tiene otra alternativa que dimitir de su cargo. Y a esto, por pundonor democrático, deberían animarlo desde la dirección regional de su partido, aunque va a ser que no. No es la mejor imagen para ese partido ni para la propia Región de Murcia que se divulgue la noticia de que en nuestros pueblos se multa a los ciudadanos cuando manifiestan una protesta contra la autoridad pública municipal.
¡Dios santo, qué bochorno!
Publicado por el periodico La Opinión el 17 de octubre de 2009

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